Barroco

Obra de Lucas

Contó que, siendo estudiante, se fue a Málaga en pleno verano y que, con tres amigos, almorzó en la zona más antigua. De regreso a la casa de uno de ellos pasaron por delante de una mancebía y, en la ventana, vió a una mujer que le pareció muy bella. Se despistó de sus amigos y fue a por esa mujer, con la que se acostó y quedó maravillado. Era muy agradable, muy blanda, muy dulce, tanto que antes de regresar a Estepa volvió a buscarla.
Era ella tan buena persona que le preguntó si no prefería acostarse con su compañera, que no se había estrenado. Pepe el catalán le dijo que que de ningún modo, que estaba encantado con ella. Hicieron el amor con mucha suavidad. Ella – cortesana al fín – le dijo que tenía una polla muy bonita, y le comentó que le gustaba mucho ir a la playa.
Dice Pepe que desde siempre ha maldecido su inseguridad pero más que nunca entonces. No se atrevió a comprobar si aquello era una invitación, una sugerencia. Dice que ha lamentado muchas veces su cobardía, que al fin y al cabo en eso consiste la timidez, en pura cobardía.
Riéndose dice que otro se habría hecho proxeneta pero que él, apocado como es, compagina su afición a las letras con el trabajo en la Caja de Ahorros. Dice que quiere a su mujer, pero que nadie lo ha hecho sentirse como aquella buena samaritana, cuyo rostro y cuerpo son como un cuadro de Rubens desdibujado por los años, pero más valioso que todo el expresionismo abstracto cocinado en Nueva York.