Doctor Ara

Obra de Almeida

He estado en Asturias: comida, paisaje y la gente me han gustado, pero prefiero esto, menos noble y reino de la Ohana, del halago interesado para conseguir algo.

Ayer, por ejemplo, un amigo de Maki me habló de lo bien que escribo, que había leído partes de un borrador mío y que, estaba seguro, merecía publicarse, que el participaba en una editorial y que, por poco dinero (mío) me podían publicar.

Gente así, aprovechada, la hay por todas partes, incluso en la calle cuando te piden un cigarro con algún arte. En fin, estas consideraciones, no devalúan el PARAISO que es esto y que, como todos los paraísos están repletos de serpientes.

Me tocó un premio buenecito en La Loto. He prestado (bueno, me han pedido) el cincuenta por ciento, (más no doy), porque soy blando, me afecta mucho la necesidad que apura en mi prójimo. Soy caritativo sin pretenderlo.

Pero me he cansado. Uno de los que me sacó dinero contando una historia bastante tremenda, ha dejado contar por ahí que soy un panoli y fácil de engañar.

El tío es de lo que llamamos buena familia, aunque el veo que es decididamente malo. Y voy a vengarme, aun no sé cómo, pero me vendrá la idea. Todo lo que, (permítaseme decirlo así), lo que tiene de bondadoso mi conducta, lo tiene de malvada mi imaginación, he decidido, al final, dos golpes: le quemaré el coche y tendré comercio carnal con su mujer, que siempre me ha gustado y siempre se muestra accesible. Como el tío es un mierda, merece eso.

La fatalidad quiso que nos viera juntos y nos siguiera. En mi casa estuvimos un buen rato, y cuando me quedé solo llamaron al timbre.

Era ese marrajo, y llevaba un punto americano con el que intentó romperme la cara. Esquivé. Tengo un bastón en la entrada, le di en la cabeza y el tío se desplomó. Lo había matado.

Pensé dos cosas. Lo confieso a la autoridad buscando atenuantes o me libro del cadáver de algún modo. Por supuesto, ni nevera, ni sierra mecánica, ni contenedor de basura, ni en enterramiento en el campo. Prefiero momificarlo, a fin de cuentas leí sobre el Doctor Ara, el que se encargó del cadáver de Eva Perón, y sé química.

Eso fue hace meses. Ahora tengo la satisfacción de que aquel tío me ve a menudo, desde el más allá, copulando con su mujer. Lo he embalsamado, le he desfigurado la cara, y lo he colocado en un rincón. Lo malo es que Matilde es un poco pesada, y me ha dicho varias veces que ese cuerpo – que he disfrazado de Napoleón – le recuerda a alguien.