Esbirro

Obra de Almeida

Tiendo a la indolencia; y preferencia es tener la agenda en blanco, vivir sin plan, abierto a lo que la vida ofrezca. No obstante, por no defraudar lo que el mundo espera de mí, en vez de viajar y pintar, y sobre todo, no cumplir ninguna obligación, por eso y por un pacto inesperado, estoy muy harto, a punto de hacer una barbaridad.

He superado la dolorosa depresión, lo he hecho a pulso. Sin fármacos, sin la dirección de un psicopsiquiatra, solo. A partir de ahora, cultivare mi independencia, mi libre albedrio, haré de mi capa un sallo. Ya que me he quedado sin casa y sin hijo, ya que mi mujer me ha repudiado, ya que la sociedad con sus leyes y jueces me oprime, y para mí no hay justicia…ahora que me han arruinado, asombraré al mundo disponiendo de más dinero que nunca.

Llevo encima participaciones de todos los sorteos. ¡Tiene que tocar en alguno! También me acompaña una pistola; y sobre todo me tengo a mí mismo. Debo convertir mi situación maldita en una bendición.

No soy el divinizado Paul Gauguin, el gran pintor francés del XIX, que abandonó su convencional vida parisina por la lejanía de Tahití. Tengo que informarme sobre él, sé que tenía familia, que trabajaba en la bolsa. No era un bohemio socioeconómicamente minusválido como su amigo Van Gogh.

A Gauguin, para el horror de casi todos, lo raptó su propia vocación, dijo adiós y se puso a hacer lo suyo. Pero, ¿Qué es lo mío? Yo no quiero hacer nada, solo pasear y divertirme… una pensión, para la que no cumplo los requisitos no resolvería nada, pues son miserables, la mía sería la mínima, he trabajado siempre en negro o con una cotización ínfima. Soy pobre. Me lo han quitado todo, y también me quitarían casi todo ese dinero, sé que hacer y no sé qué hacer, pero seguro estoy de que, esta mierda, se convertirá en oro si me mantengo firme y correcto.

Una que dice que es bruja se ofreció a ayudarme si quiero vengarme de esa mujer por medio del vudú, o bien hacerle un amarre y lograr que venga implorando que la folle ¡Qué hija de puta! ¡Cómo la he querido! . Ahora la detesto de una manera concentrada, profunda, masiva, ¡demoniaca! Ya está, ahí hay una clave, el demonio me ayudará.

Eso pensé yo estúpidamente. He perdido el alma, he caído en la trampa, y también la libertad. Soy un esbirro de la secta satánica más antigua de España.