Rusa

Pocas veces había visto una mujer tan bella era un pecado envuelto en un blues.

La acompañaban tres señores. Dos de ellos con aspecto de duros y otro, de vientre acusado que, bajo una frente amplia y arrugada lo escrutaba todo mirando como si fuese el amo.
Me acerqué a la mujer y le pedí fuego, yo estaba algo borracho. Nos miraron los tipos mientras ella encendía su mechero. “Rescátame”, susurró dándome la espalda. Lo mas fácil, era llamar a Julio y Rubén y atraerlos y llevarnos a esa mujer, que merecía ya toda mi devoción. Pregunté al barman (amigo mío desde siempre) y supe que llevaban dos tardes viniendo y que bebían mucho vodka, que se dejaron unas cerillas del hotel Castromar y creía que iban al local porque cerca hay un locutorio.
Desde lejos los seguí, cogieron un taxi. Yo fui a casa de Julio, que cortaba cocaína. Llamamos a Rubén. El plan, sencillo, partía de migrar del hotel y poner un taxi a su disposición. Llevarlos al cerro de la Mota a toda velocidad y recibirlos allí con una recortada y un revolver. Como es natural había que quedarse con sus cheques de viajes, con sus efectos personales, con todo. Yo los maté uno a uno, apunté a mis amigos y me llevé a Alejandra en mi coche. Fuimos, por indicación suya, a Algeciras con intención de pasar a Marruecos. Me llevó a un chalet con jardín delantero y palmeras. Nos abrió la puerta una criada casi enana, que nos condujo a una sala repleta de humo donde había dos tipos rubios. Sin decir nada uno se levantó y me dio un puñetazo en el hígado que me hizo doblarme sobre mí mismo. Ya desplomado intenté coger la pistola, pero fue inútil. Amargó con patearme y me sometí, me rendí. Desperté del delirio amoroso que me había convertido en asesino múltiple y en juguete en manos de esa mujer. Supe que me eliminarían. Yo no les hacía falta. Era un imbécil más, un prigao. Ese pensamiento hizo que me rebelara; cogí fuerza y, no sé como, yacía uno de ellos con la cabeza abierta en el suelo y el otro gimiendo por la coz con que acaricié sus cojones. Pero Alejandra me encañonó, la pistola se le encasquilló, la miré por última vez y me fui.